Venció a una leishmania descontrolada, a una enfermedad neurológica, a ser invisible por su color y a casi dos años en una jaula…
Qué difíciles son algunos casos, pero cómo merece la pena…
Hoy nuestro querídisimo Olivo ya disfruta del calor de un hogar, de una mamá y familia que lo adora y de la vida que siempre mereció.
Esta lucha a veces nos rompe en mil pedazos, pero verlos así hace que nuestros pedacitos se recompensan de nuevo.
Siempre a pesar todo, merecerá la pena.
Es nuestra mayor recompensa
Gracias Monika por mirar con los ojos del corazón y darle la oportunidad a nuestro pequeño. Cuidalo mucho, Olivo lleva un pedacito de todos nosotros